miércoles, 17 de junio de 2015

EL AMOR VERDADERO




El amor es el primer sentimiento que llena nuestro corazón, y nos hace entregarnos sin miedo al cariño de una madre


El amor y la pureza están presentes en ese momento único.
Más adelante, crecemos, maduramos, razonamos y olvidamos rápidamente esas experiencias puras del principio, sustituyéndolas por creencias de un amor que duele, que teme, que posee y que busca vivir el fuego de la pasión. Así, nuestras vidas se convierten en una búsqueda constante por rescatar ese sentimiento perdido, y si no lo logramos nuestra vida se torna en una vivencia seca y sin sentido.

¿Qué nos pasó? ¿Qué olvidamos?

Si tuviera que dar una única respuesta a estas preguntas, diría que la razón de nuestro olvido se llama dependencia. ¡Sí! Un sentimiento tan poderoso como el amor, algo que es propio e inherente a nuestra naturaleza humana, se lo hemos entregado a los demás para que lo controlen y lo manejen, y muchas veces para que jueguen con él.

Cuando una persona le dice a otra: “te amo”, la mayoría de las veces lo que en verdad le quiere decir es “te quiero”, o sea “te deseo”. Esta sencilla diferencia distorsiona el sentimiento altruista que el amor implica. Entonces es cuando se convierte en una relación de dependencia y apego, y si ese “amor” no es correspondido, lo que sigue es tristeza, frustración y el miedo a perder. Y si hay miedo, no hay amor. Por eso, el amor dura tan poco en nuestros tiempos.

Hemos olvidado la naturaleza noble y elevada de este sentimiento y lo hemos puesto en cada acto común de nuestras vidas, sujeto a perderlo o a que se acabe.   Amo a mi equipo de fútbol, amo a mis drogas, amo a mi actor favorito, amo a mi país, amo a mi casa, amo a mi MTV. Todas estas son dependencias, apegos y falsas identificaciones que han corroído y oxidado el verdadero significado del amor.

El verdadero amor

Podría decir que el verdadero amor no duele, no teme y deja ser. El verdadero amor sólo da y se hace disponible para el otro y para todos.
Lo siento si a esta altura ya están desilusionados con lo que están leyendo, pues son una de esas personas como yo, que crecieron pensando que el ideal del amor lo representaba la historia de Romeo y Julieta, una historia de deseo, miedo y muerte.

Lo cierto es que el amor es menos romántico de lo que imaginamos, poco tiene que ver con lo que vemos en las películas y en los best sellers de una librería. El amor verdadero es práctico, transforma; tiene el poder de calmar nuestro carácter; reestablece nuestros modales y realeza, y es suave, dulce y silencioso; crea levedad y un sentimiento de dicha que nos permite volar y danzar con alegría.


En el momento en que identificamos al amor con una emoción, su significado se distorsiona y se bloquea la verdadera energía del amor. Y así como la excitación es muy diferente de la alegría, la pasión es diferente del amor. La pasión es una emoción que libera un fuego interno, pero cuando su intensidad se apaga la emoción desaparece, y luego aparece el vacío. En cambio el amor es un sentimiento que fluye lento y seguro, y así como el agua suaviza hasta la roca más dura, el amor es capaz de ablandar cualquier rigidez que tengamos dentro.

”Amar es usar la energía más creativa del mundo y la tela en donde pinto son mis relaciones” Mike George

Si le preguntáramos a cualquier ser humano sobre cuáles son las tres cosas que más quiere en su vida, seguramente la respuesta sería muy similar:

Paz, Felicidad y Amor.

¿Y qué tienen en común estas tres cualidades?
Son invisibles, intangibles e internas.
La pregunta entonces es: ¿por qué he pasado gran parte de mi vida buscándolas afuera?

El lugar del amor

Es hora de que me detenga a reflexionar y piense. ¿Cuál es esa persona que siempre ha estado a mi lado, que jamás me ha abandonado ni decepcionado, pero que sin embargo no le he dado la atención y el cuidado que se merece? Esa persona soy “yo”.

Y si aún no me he dado tiempo para estar a solas conmigo mismo, dialogar y conocerme, si aún no he invertido tiempo en mí, ¿Cómo podría entonces quererme y valorarme? Es lógico que si no me amo a mí mismo, difícil es que ame a los demás.


Así que propongo girar la mirada hacia el interior y observar. Para esto, una herramienta que han usado todos los grandes maestros y sabios desde la antigüedad, ha sido la meditación.  A través de esta, somos capaces de zambullirnos en el océano de nuestros pensamientos y construir un camino fácil hacia nuestros tesoros más internos más valiosos de paz, felicidad y amor. Y cuando regresamos a la superficie de nuestras relaciones llenos de estos sentimientos, nuestra vida florece y lo que aparece son relaciones de calidad y dignidad.

Simplemente, despierta de su largo sueño ese mismo sentimiento original que vivimos al nacer, renace el verdadero amor.  
Por:  Silvio Raij

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